En la Región de Coquimbo, las dunas de Morrillos están expuestas a amenazas. A pesar de que está prohibido por ley, a lo largo de los años la presencia de vehículos 4×4 y la basura en el lugar han sido parte del paisaje del ecosistema presente. Este es un tema que nos comparte nuestra colaboradora invitada, Fernanda Iglesis, quien luego de una visita a las dunas y el humedal, presenció estos problemas y decidió investigar las graves consecuencias de estos dentro del ecosistema presente en el lugar. Aquí nos cuenta sus resultados, recalcando la importancia de tener conciencia sobre el cuidado y protección de este lugar.
Era sábado y me encontraba con dos amigas en el humedal de Lagunillas, ubicado a 50 km al sur de La Serena. Desde el humedal mirando hacia el mar observando las aves justo antes del atardecer, se sentía una calma hermosa; el silencio, el paisaje, los colores, los sonidos. Compartimos palabras de admiración. Nos extrañaba que hace no muchos años atrás este lugar y su importancia nos había pasado inadvertida, habían pasado tantos años visitando lugares cercanos a él sin saber de su existencia, y ese día estábamos ahí con un respeto y una conciencia ambiental despierta.
Este humedal sufre de un deterioro diario y es interdependiente de lo que ocurre a su alrededor. Ese día, por ejemplo, nuestro momento se interrumpió por seis jeeps 4 x 4 que pasaron a una gran velocidad por la playa, “jugando” en la arena entre los 60 metros que hay desde el humedal al mar, ¿su dirección? las dunas. Este complejo dunario es extenso y es interrumpido por el humedal, luego pasado este, sigue su rumbo hasta llegar a uno de sus otros cortes en el condominio privado Dunas de Morrillos.
Miramos con tristeza, nuestro lindo momento se había transformado en un ruido molesto. ¿Cómo detenerlos? Sabíamos que está prohibido por ley el tránsito de vehículos por las playas.
El daño de esta actividad es crudamente visible y lo que genera en los ecosistemas es fuerte y, en muchos casos, irreparable.
Ese día nos dimos cuenta que la base de todo es la educación y el hacernos más conscientes de nuestras acciones. Por lo mismo, me propuse juntar la información pertinente, estudiar y compartir nuestra experiencia. Así que, aquí va.
El paisaje que hoy se ve en más de 8 km aproximados de dunas al norte de la Bahía de Guanaqueros está totalmente fragmentado. La fuerte erosión y, en consecuencia, la pérdida de biodiversidad son algunos de los graves efectos que han sido generados por el tránsito de las motos y autos 4 x 4, sumándole a la basura que los mismos conductores dejan ahí y de la que nadie se hace cargo. Pero lo que preocupa de fondo es una población local y otra flotante que en gran mayoría vive sin saber la importancia de una duna. De hecho, yo tampoco la sabía hasta hace un par de años atrás.
En las dunas existe hoy un impacto ambiental que a ojos de expertos es reconocible, pero que para los ojos de sus muchos visitantes es un escenario “normal”: lo que se ve son verdaderas carreteras en la arena, un sinfín de caminos que han dejado el paisaje como una raqueta de tenis. Es triste de ver y molesto de escuchar. La desvalorización y desconocimiento de este ecosistema ha terminado en su degradación sin precedentes y es un problema que afecta profundamente a los ecosistemas dunares en muchas partes de Chile y en el mundo.
Desde hace años que existen estudios científicos que muestran importancia de estos ecosistemas y recalcan el daño hecho a ellos. Pero estos no son leídos por los que visitan las playas, si no que quedan dando vueltas en el mismo circulo académico. Es por eso que mediante este artículo y, en base a mi registro en terreno y lectura, me gustaría compartir algo de lo que aprendí y aclarar algunas preguntas que yo y mis amigas nos hicimos.
El sector que observamos con mayor daño por tránsito vehicular en las dunas y playa es el que comprende aproximadamente 3,5 kms desde el Humedal Lagunillas hasta “Dunas de Morrillos”, y el área donde existe la peor erosión comprende una extensa zona de 110 hectáreas como se muestra en la foto satelital arriba. Creo que la imagen habla por sí sola.
Ahí no solo hay huellas, sino que también mucha basura enterrada en la arena, como bolsas de supermercado, latas de cervezas, paquetes de galletas, y muchas botellas de vidrio rotas pisoteadas por los jeeps, peligroso para cualquiera que transite por ahí, considerando que todos en la playa queremos estar a patas peladas.
Conocer para proteger: ¿Qué son los ecosistemas dunares?
Una duna es acumulación de arena que forma parte del proceso de formación de una playa, en el que muchos otros factores y procesos entran en juego. Entre ellos, el depósito y aporte de materiales sedimentarios de los ríos que acarrean materias desde las montañas. Por ejemplo, en el norte de Chile, donde existen muchas playas de arena fina y blanca que tienen un gran aporte de cuarzo. Por otro lado, la erosión marina juega un rol importante ya que con su fuerte movimiento rompe las rocas costeras que de a poco se transforman en granos más pequeños, y estos materiales luego son acarreados por las altas y bajas mareas y moldeados por los vientos a nivel superficial.
Las dinámicas dunas evolucionan con el tiempo -miles de años- y de distintas formas. Existen diferentes tipos “Dunas embrionarias y primarias, Dunas secundarias y Dunas terciarias”. Por lo tanto, ¡no son simplemente arena!
Pero lo más importante a entender es que las dunas van cambiando y este dinamismo es un verdadero “vaivén”, en donde entra en juego la marea, la disponibilidad de arena, la vegetación y la acción del viento. Si nos imaginamos la típica playa con dunas, sería como lo muestra la siguiente imagen:
Las dunas que se ven cerca de la playa corresponden a las dunas embrionarias y primarias y estas son las que se llevan el mayor movimiento gracias a la erosión del mar y del viento. Sin arena de playa no habrá duna.
Durante el año las mareas cambian, generalmente el viento y el oleaje en invierno son más fuertes. Por lo tanto, el mar entra y hunde las dunas que están más cerca. Este hundimiento provoca que esa vegetación que existe ahí se sumerja y se disperse la arena bajo el manto del mar.
Luego en verano o al estabilizarse el clima, las dunas más pequeñas vuelven a formarse junto con su vegetación más esporádica. En un documento elaborado en México para el manejo de ecosistemas de dunas costeras, se señala:
“El sistema playa-dunas costeras es el resultado de la tendencia a la auto-organización que lo mantiene en, o con más frecuencia, alrededor de un estado de equilibrio estático o dinámico. Este estado depende de las condiciones que retroalimentan al sistema, las cuales pueden cambiar en función de las variaciones en el régimen de mareas, oleaje y viento, así como del flujo de los ríos. Dichas variaciones ocurren en diferentes escalas de tiempo y espacio”.
La flora cumple un papel muy importante ya que procesa y transporta nutrientes, afirma el suelo y disminuye la erosión (importante sobre todo para las dunas que son más inestables). En el documento mexicano también se señala que “las plantas contribuyen a la formación de otras dunas o dunas de mayor altura”. Este proceso provoca una gradiente de vegetación que hace que las dunas se vayan estabilizando a medida que se alejan del mar, constituyendo una transición de las comunidades terrestres. Es decir, más cercano al mar estarán presentes especies de plantas herbáceas, y a medida que se aleja del mar y crecen en tamaño las dunas, se pueden encontrar especies arbustivas, cactáceas de mayor tamaño y árboles.
En el caso de las dunas que nosotras documentamos, todas las primeras dunas han sido fragmentadas intensamente debido al tránsito vehicular. Detrás de las dunas (en dirección hacia la cordillera) es donde pasa la carretera, la cual fragmentó la interacción que existe entre este sistema playa-duna y el sistema que le sigue, al mismo tiempo el alto flujo de automóviles y la barrera de seguridad afecta de manera directa a cualquier interacción entre la fauna y la vegetación adyacente.
Por lo tanto, la vegetación es vital en un ecosistema dunario: ayuda a acumular y consolidar la arena y genera las condiciones ambientales adecuadas, en donde proporciona materia orgánica y sombra para otros organismos que la necesitan. Cabe recordar que en un ecosistema cada especie tiene su función, todo tiene una razón de existir, una interconexión entre las partes que están en constante movimiento, a pesar de que para nuestros ojos no sea tan fácil de percibir.
Muchos de los estudios científicos que revelan los daños ecosistémicos a veces se basan en alteraciones de especies que casi nunca podemos ver pero que juegan un rol esencial en el funcionamiento del todo. Por ejemplo, la disminución de vegetación puede provocar una disminución en el hábitat de un escarabajo que es a la vez alimento de una especie de ave que habita la duna, eso sería un daño en escala trófica ya que el daño en la vegetación escala y altera la comida del ave.
Todos estos procesos están interrelacionados entre sí y determinan los escenarios para la subsistencia de distintas especias de flora y fauna que componen el ecosistema playa-duna. El mismo texto de manejo de dunas en México dice: “Esta interdependencia provoca que las alteraciones en las playas arenosas afecten a las dunas costeras y viceversa. En consecuencia, para que el manejo de los ecosistemas de dunas costeras sea efectivo, se debe considerar al sistema playa-dunas costeras como unidad de funcionamiento”.
El tránsito de vehículos “4 x 4” – motos y autos – en playas y dunas es ilegal por ley según el Decreto Supremo Nº1340, artículo nº313 que dice “Se prohíbe entrar con vehículos y bañar animales en las playas designadas por la Capitanía de Puerto para baños públicos”. Además, botar basura también está prohibido por esta ley, lo que está señalado en el Artículo nº 314. “Queda prohibido arrojar basuras o desperdicios en las playas de los balnearios”.
La misma Subsecretaria de Pesca menciona el un documento Un tesoro escondido: Flora y Fauna de la Costa Central de Chile que “La práctica de rodar vehículos por la arena es perjudicial para las comunidades biológicas que allí viven, pues destruyen refugios, ahuyentan a las aves y contaminan el ambiente”.
Entre los daños directos de esta actividad en los ecosistemas dunarios tenemos la trituración y fragmentación de la arena (en trozos aún más pequeños), lo que favorece la pérdida de arena de las playas. También se produce una contaminación acústica que afecta los patrones de comportamiento de las especies que habitan y anidan en las dunas. Fauna que también se ve afectada por la fragmentación de su hábitat, lo que afecta en la movilidad y hábitos de la flora y fauna y disminuye la posibilidad de germinación de las semillas de la flora local.
A fin de cuentas, todo esto genera una gran cadena de eventos que, debido a la desestabilización de la duna, interrumpen por completo el ciclo playa-duna, lo que a su vez provoca que ese sistema pierda continuidad y comunicación para funcionar y subsistir de la manera correcta.
Es como “una torta con muchos interesados”. Así se refiere en una columna de opinión Sergio González, biólogo marino y académico de la Universidad Católico del Norte, a los ecosistemas de playas arenosas. Esto porque fuera de ser un espacio recreativo, nos brindan un montón de otros bienes y servicios ecosistémicos aún más esenciales. Por ejemplo, la alimentación, materias primas, protección contra marejadas o tsunamis ya que son una verdadera barrera biológica, son reservorio de agua ya que contienen napas freáticas en profundidad, entre muchas otros beneficios.
Lo que no nos damos cuenta es que, como se explica en el documento mexicano sobre manejo de dunas, “La interrupción o disminución del balance de arena puede provocar la desaparición de las playas (Nordstrom et al., 1990). Asimismo, las dunas costeras funcionan como barreras naturales de protección que actúan como defensa ante fenómenos hidrometeorológicos extremos e inundaciones; son ecosistemas clave para la recarga de acuíferos y para amortiguar la intrusión salina. Además, son hábitat de especies endémicas o en alguna categoría de riesgo y tienen un valor estético y cultural”.
La imagen anterior nos muestra un escenario que es sin duda beneficioso para nuestra especie. Solo debemos darle la importancia que merece e incorporar una visión que lleve implícito que este ecosistema sano y funcionando es el futuro armonioso que buscamos y necesitamos en nuestro borde costero.
Así lograremos salvar el futuro de especies endémicas como la malvilla (hierba perenne de las dunas norteñas chilenas) y el pilpilén (ave migratoria – Haematonus palliatus) quienes hacen de este lugar su hogar y así podrán seguir en su rol como integrantes de estos dinámicos lugares.
La participación de nuestra especie en estas interconexiones debe ser positiva y en pos de la prosperidad. El “destruir para luego reparar” no es el método. Hay que buscar cómo integrarnos en el funcionamiento de la naturaleza, comprender, y trabajar en conjunto para buscar alternativas armoniosas para el futuro que necesitamos. Entender que el recrearnos en la naturaleza tiene un impacto queramos verlo o no y hay que ordenar y guiar las actividades deportivas en entornos naturales, desde el conocimiento del lugar, respetando lo que allí habita.
Hoy queremos mirar con otros ojos: reflexión
A veces se nos hace difícil entender la naturaleza y sus fluctuaciones. Como humanos nos hemos acostumbrado a saciar nuestra curiosidad por el mundo natural desde su belleza escénica. Visitamos lugares por una sola vez, tomamos una imagen bonita en nuestros celulares, estamos ahí lo vemos con nuestros ojos, pero nos quedamos con esa imagen como estática, perfecta, se nos olvida el movimiento, las conexiones, miramos sin observar.
Lo que pasa es que, en realidad, es en la experiencia y observación prolongada de visitar un lugar cuando entendemos que la naturaleza es dinámica, móvil, compleja, cambia día y noche, funciona mediante ciclos y sólo podemos entender sus cambios en el tiempo si la observamos con atención y perseverancia. Esa constancia genera una relación más profunda en el tiempo, un entendimiento, y como me ocurrió a mí con mis amigas, un sentimiento de respeto y amor, un “mirar distinto”, un caminar distinto porque estábamos en el hogar de otros seres también, estábamos compartiendo, y lo que le ocurriera a ese ecosistema nos influye a nosotros también.
Millones de chilenos disfrutan de las playas, pero nunca nadie nos dijo que muchas han sido creadas y/o modificadas, nadie nunca nos explicó quienes habitan ahí, más allá de verlas llenas de quitasoles, toallas y castillos de arena en un soleado día de verano. Sin embargo, la belleza de una duna, la riqueza de sus especies y el buen funcionamiento de su ecosistema al final es todo, la playa, la duna, el mar que la baña, y todos los organismos vivientes milimétricos y grandes que habitan ahí, aves, moluscos, insectos, pulgas de mar, todo lo que la rodea y en muchos lugares nosotros también estamos ahí en una constante interacción.
Ese día en el humedal con mis amigas nos quedamos pensando, y decidimos al otro día transitar por las dunas y observar el daño que estos vehículos provocan y documentarlo. Vimos un ecosistema usado sin criterio, una ley que ha sido pasada por alto, un deporte destructivo y un desconocimiento real y profundo de cómo funcionan estos ecosistemas dunares y de qué manera los estamos afectando. Y decidí escribir este artículo, sin mayor ambición que compartir conocimiento para ojalá darle un respiro a un paisaje que merece nuestra admiración y respeto, merece que lo miremos distinto.
Investigación, texto y fotografía por : Fernanda Iglesis – IG: @fig_foto_ /
Bibliografía: APA
www.proyectoadelaida.org